A todo honor: 02
Capítulo II 02 Pág. 02 de 11 A todo honor Felipe Trigo A la siguiente noche volvió el joven ingeniero al Casino y vio nuevamente al que jugaba miles de pesetas, sonriendo, y al otro que pelaba las bellotas. Sólo que éste, siempre con religiosa atención, pelaba las bellotas viendo jugar, de pie, junto a la mesa de la banca. El calvo de las venas gordas las tenía más hinchadas que otras veces. Luis fue a la Plazuela. Le daba prisa un afán: el de encontrar el recreo de la cantante. Y respiró, en cuanto dobló la esquina del convento. El balcón estaba entreabierto, como anoche, y sonando el piano. La delicia hacíale olvidarse de fumar. Unos ratos paseaba, otros se paraba -siempre cerca de la verja. La dama, la niña, la rubia, la soltera... ¡lo que fuese! cantaba con bríos y sutilezas desgarradas de pasión que volaban temblando por la noche y por el alma lo mismo que espadas de cristal... lo mismo que puñales encendidos... Si esta mujer tenía por hábito...
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