A fuego lento: 39
A fuego lento
de Emilio Bobadilla
Capítulo IX
Cuando el médico, de vuelta del campo, entró en su casa, Alicia no estaba; había salido. A la impresión de triste descoloramiento que le produjo la ciudad después de dos meses de comunión diaria con el mar y la llanura sin límites, se unió la que le produjo su casa silenciosa y fría como un sepulcro.
-La señora no está -le dijo la portera, ganosa de chismear-. Por lo común no come en casa y vuelve tarde.
-Durante mi ausencia ¿ha venido alguien a preguntar por mí?
-Que yo sepa, no. Sólo han venido los amigos de la señora -y por las señas que le dio supuso que eran los de siempre.
-Con quien más ha salido -prosiguió- es con esa señora polaca a quien llaman la marquesa.
-Sí, la marquesa de Kastof. Una tía.
La portera compartió la opinión del médico con una sonrisa.
-¿Se fijó usted si durante mi ausencia la señora hizo algún viaje?
-No lo sé, señor; pero creo que sí. A lo menos una noche no durmió en...
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