A fuego lento: 37
A fuego lento
de Emilio Bobadilla
Capítulo VII
Al día siguiente salieron por la tarde a dar un paseo como de costumbre.
-Prefiero -dijo Baranda- estos paisajes melancólicos de Europa a los paisajes de una alegría estrepitosa de América. Esta luz tenue, tamizada, inclina el pensamiento a la reflexión poética, suave y resignada, al paso que aquel exceso de luz zodiacal no sugiere sino hipérboles vacías e imágenes sin claroscuro. Un cielo gris, una claridad tibia y un campo de palideces multicoloras despiertan en mí más ideas y emociones que un cielo deslumbrante, una atmósfera cálida y un bosque lujurioso.
-A mí me pasa lo mismo -dijo Plutarco.
-Yo creo que una de las causas de lo prosaico, de lo cursi de casi todos nuestros literatos, obedece a la exuberancia de luz. No sé de poetas más ramplones que los nuestros. Mucha palabrería, eso sí; pero ni una idea, ni una emoción. Nada sincero, nada sobriamente artístico, nada hondo.
-Que no le oigan a usted, doctor....
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