A fuego lento: 10
A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo X Eran las cinco de la tarde. El vapor arribó a un leñateo. Algunos pasajeros, entre los cuales figuraba el doctor, bajaron a tierra por una gruesa tabla tendida, a manera de puente, entre el buque y la ribera. La tripulación, amasijo de indios y negros sin camisa, con unos sacos en forma de capuchones en la cabeza, descargaba sobre el barco, silenciosamente y empapados en sudor, pesados haces de leña que, al caer, sonaban como truenos. Algunos, al atravesar el puente, perdían el equilibrio cayendo al agua, con leña y todo, entre la risa general. Al poner el pie en tierra, el dioctor oyó como una rúbrica trazada con un palo en la hojarasca. -¿Qué es eso? -preguntó un poco asustado. -Una culebra -le contestó como si tal cosa uno de los indios que ayudaban a cargar la leña. En el suelo, lleno de ceñiglo, de una choza pestilente y lúgubre, sobre un jergón agonizaba un mulatito de seis a siete años, consumido por la...
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