12. Propiedad, lujo y riqueza
Por último, de una elevada cultura forma parte – y necesariamente – algo que hace prorrumpir a las personalidades vulgares en delirios de envidia y odio: la propiedad en su sentido original; la antigua y duradera propiedad, heredada de los antepasados o constituida a través de décadas de intenso y abnegado trabajo personal, y cuidada y acrecentada después para los hijos y los nietos. La riqueza no es sólo una premisa, sino, ante todo, la consecuencia y la manifestación de la superioridad, y no sólo por la manera en que fue adquirida, sino también por el talento necesario para estructurarla y emplearla como elemento de una auténtica cultura. Hay que decirlo abiertamente de una vez por todas, aunque sea una bofetada para la vulgaridad de esta época: poseer no es un pecado, sino un talento del cual sólo es capaz una minoría. También la propiedad es el resultado de una larga crianza en el marco de estirpes sobresalientes. A veces, en el caso de los fundadores de familias...
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