Capítulo XVIII. Unos personajes que se parecían a Cunqueiro
Si reiteradamente en la obra de Cunqueiro se insiste en la máxima barroca de la vida como el gran teatro del mundo, nunca es tan clara esta comparación como cuando se narran las vagancias de jóvenes protagonistas, que aprenden a madurar al mismo tiempo que adquieren el don de fabular, y contemplan su deambular por la vida como si de un gran espectáculo se tratase. El autor les concede las mocedades que Cunqueiro «hubiera querido para sí»[1]; ricas en imaginación, viajes y palabras, en artificios y gestos. En realidad los héroes de las novelas son trasuntos del propio Álvaro Cunqueiro, del afectado joven que gustaba aparentar ser letrado y elegante: E como teño unha memoria felecísima, pois entrome unha suficiencia brutal. Eu sabíao todo, ou estaba convencido de sabelo todo. Entón sentinme máis seguro e ate me deu por andar un pouco elegante. E marquei un gabán marelo. Cousas da mocedade. [2] En mis años de juventud me sabía los poemas de Max Jacob,...
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