Capítulo 4. El diagnóstico de los niños anormales
Mecanismos diagnósticos y discrepancias profesionales Figura 6. Imágenes usadas como referencia para realizar el examen físico siguiendo el método inglés de Warner y Shuttleworth. El método se fundaba en la hipótesis de la correlación entre las anomalías físicas y las psíquicas y en él resulta evidente la pervivencia de una mirada médica organicista propia de la antropometría desarrollada en el siglo anterior. Los autores ingleses utilizaban para diagnosticar la anormalidad infantil cuatro grupos de signos diagnósticos: 1) las anomalías craneanas y faciales (consideradas por muchos autores estigmas degenerativos); 2) los defectos de desarrollo; 3) las anomalías de acción nerviosa; y 4) los defectos de nutrición. [Fuente: Anselmo González. Diagnóstico de niños anormales, Madrid, El Magisterio Español, 1929, pp. 31- 69.] La generalización de la enseñanza primaria a la que me refería en el primer capítulo convirtió la escuela en un lugar idóneo para observar a los niños. Esta circunstancia es la que llevó a los maestros —espectadores privilegiados del mundo infantil— a ser los primeros responsables a la hora de advertir de la existencia o la aparición de indicios de anormalidad entre los escolares. Sin embargo, la labor que se les asignaba no era sencilla. A la escuela no llegaban los deficientes profundos ya que, en la mayoría de las ocasiones, sus propias familias optaban por recluirlos en sus casas o por enviarlos a alguna institución asilar; los anormales que llegaban al colegio eran más difíciles de identificar. Para dar la voz de alarma los maestros se fundaban, como vimos, en dos criterios de carácter pedagógico: la insuficiencia del rendimiento escolar o la inadaptabilidad a la escuela.[1] Dos aspectos que servían como punto de partida de un diagnóstico que se presentaba mucho más complejo, ya que debía tener en cuenta numerosos factores extrínsecos e intrínsecos que afectaban a los sujetos y que iban a ayudar a determinar el grado del atraso y las causas del mismo. Entre los factores externos se contemplaban aspectos como la falta de escolaridad, el cambio frecuente de escuela y de maestros, o el desconocimiento del idioma; y entre los personales se examinaban la falta de inteligencia, las anomalías de espíritu o de carácter, el estado morboso y las leyes de la herencia.
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