Capítulo 1. Partículas, ondas y campos
La partícula Cuando consideramos la dinámica clásica, no podemos más que recordar que su historia comienza con el físico italiano Galileo (1564-1642), el padre de la física moderna. Fue justamente Galileo quien declaró que “el libro de la naturaleza está escrito en símbolos matemáticos”. Comprendió claramente que un cuerpo (o partícula material) sobre el cual no actuara ninguna fuerza, conservaría indefinidamente su estado de movimiento: continuaría inmóvil si lo estaba y mantendría su velocidad constante si es que la poseía. Este principio de inercia, cuyo enunciado general fue dado por su contemporáneo Descartes (1596-1650), iba contra la intuición más absoluta. Se observaba que un cuerpo detenía su movimiento, al cabo de un cierto tiempo, cuando ninguna fuerza actuaba sobre él (las fuerzas de rozamiento no eran conocidas anteriormente). Además, iba contra la todopoderosa enseñanza de Aristóteles, quien afirmaba que hacía falta una fuerza para mantener el movimiento. El siguiente gigante entre los gigantes es el físico inglés Newton (1643-1727), quien estableció, basándose en la observación y la medición, la ley fundamental de la dinámica que se expresa de forma matemática como:
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