Pompeya, la ciudad sepultada
En busca del tesoro perdido Como en todos los casos de búsqueda de tesoros, fue el azar lo que guió los primeros pasos de los excavadores. En 1689, mientras se cavaba un pozo en los alrededores de la ciudad de Civita, a la que muchos historiadores habían situado sobre las ruinas de la antigua Pompeya, se descubrieron objetos y tablillas que hacían referencia a la ciudad desaparecida. Las primeras investigaciones se hicieron por orden de los reyes de Nápoles, y se continuaron luego de forma bastante desordenada, ya que el interés de los excavadores se centraba casi exclusivamente en aquellas obras de arte que tuvieran un alto valor económico, sobre todo las estatuas, y apenas se prestaba atención a la multitud de placas de bronce llenas de inscripciones o a los objetos de uso cotidiano. Poco a poco se llegó a la conclusión de que, para que fuesen fructíferas, las excavaciones debían realizarse de mañera metódica. De este modo apareció por primera vez un verdadero taller de excavaciones comparable a los actuales.
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