Las aventuras de Tom Sawyer: IV
El sol se levantó sobre un mundo tranquilo y lanzó sus esplendores, como una bendición, sobre el pueblecito apacible. Acabado el desayuno, tía Polly reunió a la familia para las prácticas religiosas, las cuales empezaron por una plegaria construida, desde el cimiento hasta arriba, con sólidas hiladas de citas bíblicas, trabadas con un débil mortero de originalidad; y desde su cúspide, como desde un Sinaí, recitó un adusto capítulo de la ley mosaica. Tom se apretó los calzones, por así decirlo, y se puso a trabajar para «aprenderse sus versículos». Sid se los sabía ya desde días antes. Tom reconcentró todas sus energías para grabar en su memoria cinco nada más, y escogió un trozo del Sermón de la Montaña porque no pudo encontrar otros versículos que fueran tan cortos. Al cabo de media hora tenía una idea vaga y general de la lección, pero nada más, porque su mente estaba revoloteando por todas las esferas del pensamiento humano y sus manos ocupadas en...
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