La sangre, precioso carburante de la vida
Glóbulos rojos: vectores de oxígeno Los glóbulos rojos (o eritrocitos, o hematíes) representan el 40 por 100 del volumen sanguíneo (5 millones de células por mm3). Cuando alcanzan su «madurez» son discos bicóncavos de 7,5 micras de diámetro, que carecen de núcleo y cuya forma está adaptada a los intercambios gaseosos. Su gran elasticidad les permite circular por los capilares más estrechos. El citoplasma de los glóbulos rojos comprende una proteína pigmentada, la hemoglobina, que contiene hierro y fija el oxígeno de modo reversible: cuando la hemoglobina se encuentra en presencia de gran cantidad de oxígeno disponible, como ocurre en los alvéolos pulmonares, lo fija y forma un compuesto inestable, la oxihemoglobina. Pero, sin embargo, cuando llega junto a células que necesitan oxígeno, la hemoglobina se disocia del oxígeno y lo libera. Esta propiedad le permite transportar el oxígeno de los pulmones hacia los tejidos. Al cabo de cuatro meses de vida, el hígado y el bazo desintegran los hematíes. Entonces la hemoglobina se transforma en bilirrubina, excretada por la bilis, y el hierro se conserva para la formación de nuevas moléculas de hemoglobina. Cada día se forman y se destruyen 200 millones de glóbulos rojos, de modo que su número se mantiene constante.
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