El barco pirata (J. M. Barrie)
Una luz verde que pasaba como de soslayo por encima del Riachuelo de Kidd, cercano a la desemboca dura del río de los piratas, señalaba el lugar donde estaba el bergantín, el Jo lly Roger, en aguas bajas: un navío de mástiles inclinados, de casco sucio, cada bao aborrecible, como un suelo cubierto de plumas destrozadas. Era el caníbal de los mares y apenas le hacía falta ese ojo vigilante, pues flotaba inmune en el terror de su nombre. Estaba arropado en el manto de la noche, a través del cual ningún ruido procedente de él podría haber llegado a la orilla. Apenas se oía nada y lo que se oía no era agradable, salvo el zumbido de la máquina de coser del barco ante la cual estaba sentado Smee, siempre trabajador y servicial, la esencia de lo trivial, el patético Smee. No sé por qué resultaba tan inmensamente patético, a menos que fuera porque era tan pa téticamente inconsciente de ello, pero incluso los hombres más aguerridos tenían que apartar la mirada de él...
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