De los ensayos al éxito
La teoría se precisa y la práctica confirma En los primeros años del s. XIX Inglaterra descubrió las «diligencias» a vapor de Richard Trevithick y a lo largo de dicho siglo una serie de inventos permitirá que la investigación progrese hacia la concepción de una máquina capaz de rodar. En 1827, Onésiphore Pecqueur, empleado del Conservatorio de Artes y Oficios donde se expuso un fardier de Cugnot, considera que a aquella máquina le falta un elemento esencial que reparta la potencia entre las dos ruedas motrices sin perjuicio de su independencia. Y llena esta laguna inventando el movimiento diferencial. Dos años después, el inglés James consigue el cambio de velocidad mediante el embrague. En 1860 Lenoir registra una patente de un «sistema de motor de aire dilatado por la combustión de gases encendidos mediante electricidad»: dicho de otro modo, de un motor de explosión. En 1862, Alphonse Beau de Rochas idea el motor de cuatro tiempos.
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